Incluso antes de ser considerado como un condimento para las comidas, el ajo era utilizado como un medicamento natural. En la antigua Grecia y los sanadores del Imperio Egipcio lo recomendaban por sus cualidades medicinales para tratar principalmente las enfermedades que aquejaban a los adultos mayores. Durante el siglo XIX, Louis Pasteur, realizó una campaña a favor de su consumo como antibiótico natural para combatir infecciones del sistema digestivo.
El hecho es que el ajo contiene entre sus componentes una sustancia denominada alicina, un potente bactericida y fungicida contra numerosos microorganismos como virus, bacterias y hongos, otorgándole propiedades antisépticas y depurativas.
Para que su efectividad sea mayor, la recomendación es comer el ajo crudo ya que se estima que al exponerlo al calor durante la cocción pierde cerca del 90% de sus propiedades.
Corazón sano comiendo ajo
Si bien es sabido que el corazón es el órgano vital por excelencia, es poco el esfuerzo que se realiza por cuidarlo de manera preventiva. Para revertir esta situación, un buen método es prestar atención al consumo de ajo, que por su alto contenido de alicina reduce intensamente el colesterol.
Con ello, impide que la grasa quede atrapada en las arterias, mejorando también la circulación y eliminando las obstrucciones, principales causantes de los infartos y derrames cerebrales.
Pero esos no son los únicos cuidados que el ajo brinda a su corazón. Al consumirlo, usted también estará incorporando vitamina B, aliina y alinasa, un grupo de sustancias que protegen los vasos sanguíneos y alivian la hipertensión arterial al mejorar la circulación y equilibrar el ritmo cardíaco.
Así, se afirma que el consumo cotidiano de un diente de ajo puede ayudarle a mantener estables la presión arterial sistólica y diastólica.